
¿Qué son y por qué duelen tanto?
Ambas son formas de tendinopatía. La epicondilitis afecta a la cara externa del codo y la epitrocleítis a la interna. Se producen por sobreuso de los tendones extensores o flexores del antebrazo. El dolor es punzante y se intensifica con movimientos básicos como levantar una taza, abrir una puerta o dar la mano.
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Gracias a la ecografía, es posible identificar el foco exacto de la inflamación, detectar pequeños desgarros o fibrosis, y realizar una infiltración terapéutica de forma dirigida. Las opciones más utilizadas incluyen:
Corticoide ecoguiado: eficaz para cuadros agudos.
Plasma rico en plaquetas (PRP): estimula la regeneración tisular.
Suero salino hipertónico o proloterapia: útil en fases crónicas o recidivantes.
La ventaja frente a la infiltración convencional es clara: precisión, menor riesgo y mejor control del tratamiento. Además, al evitar estructuras nerviosas o vasculares, el paciente se recupera antes y con menos efectos secundarios.
¿Vale la pena esperar meses a que se cure solo?
No. Estas lesiones pueden cronificarse y afectar a la calidad de vida y rendimiento laboral. Un tratamiento dirigido y precoz evita recaídas y reduce el uso de medicación oral.
Consulta con un radiólogo deportivo experto en técnicas mínimamente invasivas.
